Su tío Yinzhuma y su esposa vienen a visitar al Chzhurzhensky milésimo Shanypouma y su esposa Chacha. Tysyatsky está cazando, un estúpido sirviente de la era Lu es enviado a buscarlo. El tío le pide a su sobrino que no olvide cómo él, Yinzhuma, lo ayudó en su juventud. Hay un mensajero del soberano con el decreto: Shanypouma es nombrado comandante en jefe, jefe de la Cancillería Suprema y recibe el mayor signo de poder: una tableta de oro con dos tigres. La misma tableta, una milésima insignia, puede pasar a cualquier digno. Tío le pregunta por él mismo. El sobrino duda, sabiendo su adicción al vino. Pero cuando la esposa defiende a su tío, él se rinde. El tío va a la zona fronteriza, donde protegerá el puesto avanzado de Jiashankou.
En el camino hacia el puesto avanzado, Inzhuma llama a su asentamiento nativo y hace una gran fiesta allí. Luego se despide de su hermano mayor Jin-juma. Se despide del vino, pero convence a su hermano de que beba menos. Recuerdan los viejos tiempos cuando los mayores vivían en abundancia. Ahora está empobrecido hasta el punto de verse obligado a pedirle a su hermano ropa de abrigo. Promete llevar a Jinzhuma con él.
El incumplimiento del deber lleva a Yinzhuma a la derrota. Lo exigen en la capital, pero él no va. Finalmente, Yinzhumu se entrega encadenado al comandante en jefe. Al principio, el viejo ni siquiera quiere inclinarse ante su sobrino. Cuando su asistente anuncia la acusación y el comandante ordena que se ejecute al autor, el anciano se da cuenta de que sus asuntos son malos. Sus súplicas de perdón, así como las peticiones de su esposa y sobrina, son en vano. Solo después de enterarse de que el anciano recapturó a los prisioneros capturados por el enemigo, el comandante reemplaza la ejecución con cien golpes de palo. Yinzhuma le ruega al sirviente de su sobrino Go-era que lo ayude. Toma 60 palos en su lugar. Pero los cuarenta golpes restantes que el viejo apenas soporta.
Una vez cumplido su deber, el comandante con su esposa y su séquito llega a Yin-zhuma para organizar una fiesta y aliviar su sufrimiento. El viejo no quiere dejar entrar a nadie, pero cuando se entera de que el comandante mismo ha aparecido, abre la puerta. Él expresa su resentimiento; el sobrino le explica a su tío: no fue él quien lo castigó personalmente, sino una tableta de oro, es decir, solo cumplió con su deber oficial. Esta explicación satisface al anciano y se restablece el consentimiento.